viernes, 30 de agosto de 2019

Compartiendo con amigos un momento especial en 2018: mis Bodas de Plata en la docencia. Pampa del Infierno, Noviembre 2018.

PENSAMIENTOS LIBERTARIOS…
Se me ocurre pensar en estos días patrios algunas cuestiones sobre la libertad. Será quizás resultado de los años y de la incertidumbre que agobia al mirar en derredor, donde esta realidad parece cada vez más ficticia y los valores se caen a pedazos.
Vísperas de 9 de julio, otrora fiesta general en los pueblos de mi Chaco, hoy un reconto de ausencias, silencios y excusas. “Las fiestas patrias ya no son las de antes…” escucho al pasar a un señor septuagenario, quien parece tener condiciones telepáticas.
Año 2019, vísperas independentistas. La memoria me trae la figura de San Martín: desde su puesto de gobernador de la provincia de Cuyo, soñando con el cruce de los Andes, presiona para que se lleve a cabo de forma urgente un congreso General que pudiera dictar una constitución y declarar la Independencia. Había dicho a Godoy Cruz, diputado por Mendoza en el congreso de Tucumán: “…en definitiva, amigo, seamos libres, lo demás no importa nada…”. Suenan muchos nombres: Laprida, Fray justo Sta. María de Oro, Paso, pero ninguno con la dimensión de nuestro libertador correntino. San Martín. Pienso en su espíritu de abnegación en tiempos en que los egos y la vanidad son el almuerzo cotidiano de dirigentes y políticos, y cuan inconmensurable se vuelve el héroe de Yapeyú.
Pero hablemos de libertad. O de intenciones libertarias en tiempos de igualdad de género, de superficialidad y liviandades políticas, de búsqueda de valores perdidos, de ficciones democráticas y otras yerbas. Sabemos que el término libertad alude literalmente no depender de nadie, a decidir en forma libre y soberana sobre cuestiones personales o de conjunto, pero esto ¿es realmente así? Pensemos algunos ejemplos en nuestra vida cotidiana: ¿Puede acaso un pequeño comerciante, en su afán de forjarse una vida más plena para él y sus hijos, competir con un hipermercado 30 veces más grande? ¿Puede ejercer su libertad un empleado que ha obtenido un puesto por dádiva política y trabaja bajo presión constante de su empleador? O acaso podemos hablar de libertad cuando sabemos que la ley generalmente es válida para los ladrones de gallina y, como dijo Jauretche, se parece más a una tela de araña, donde quedan atrapados los insectos más chicos y la rompen los avispones más grandes. La idea del libre albedrío solo suena a teoría fría y alejada de la realidad, una utopía en el horizonte como dijo Galeano. Digámoslo con todas las letras, aunque duela decirlo: Hoy la libertad es ficticia para aquellos que soñamos con una sociedad más justa e independiente, para aquellos que todavía creemos en la política cuando todo en derredor se desintegra y se evapora, para aquellos que vemos en la educación el único camino que nos lleve a esa tan ansiada independencia, ya sea moral, ideológica o económica, para los que aún confiamos en la amistad a pesar de fracasos, decepciones y traiciones.
Vivimos en una sociedad narcotizada, dopada por los medios masivos, por los aparatos de Tv y los celulares, por las famosas “FAKE NEWS” que configuran nuestra vocación dependentista; Esta realidad que hoy nos supera en la mayoría de las áreas de la vida, tiene mucho de ficción porque nosotros así lo dispusimos. Nos fuimos acostumbrando a decir que si a todo, sin cuestionar nada, nos diagramaron para ser obsecuentes compulsivos y gerentes de nuestra propia esclavitud. Nos hicieron creer que el cipayismo, la meritocracia y el respeto a los de saco y corbata era el único camino a seguir. Nos impusieron una superestructura basada en la famosa “Civilización y Barbarie” allá por mediados del siglo XIX que, aún hoy, sigue más vigente que nunca.  No aprendimos mucho desde el 9 de julio de 1816. Pero discúlpenme, me resisto a esta sociedad con vocación cipayista. Amo la libertad, como amo las motocicletas; mi sentido de libertad implica espacios abiertos, mentes abiertas, sociedades abiertas, instituciones abiertas. Pensemos una educación de este tipo, ya que aquellos alumnos que formamos deben ser reflejo de esta mirada, deben ser continuadores de un camino marcado por la apertura y la sensación de porvenir, debe implicar una lucha denodada contra esas otras realidades tristes pero concretas, una lid sin cuartel en defensa de las convicciones, de la dignidad como persona y saber que uno solo es libre cuando puede hacer uso de esa libertad en todos los aspectos de su vida. Déjenme soñar, como ciudadano, como docente, como ser humano, que ser libre no es solo un concepto abstracto y que, parafraseando a Juan Ramón Jiménez, esa flor que encontramos en medio del campo, en su simpleza, humildad y vida breve, pueda ser el ejemplo sencillo de la nuestra.

                                                                     Fabián Mancilla, 05 de julio de 2019.